jueves, agosto 09, 2007

Amor de Compras

Había abandonado la costumbre de hacer las compras de noche, cuando Mateo llegaba del trabajo, y podían los dos con su hija Marita ir al supermercado. A él no le importo, no le interesaba aquel ritual familiar de jueves en la noche. Las compras las hacia ahora ella sola los lunes y viernes en la mañana, puntualmente a las 10.30, y terminaba cuando Rodrigo la buscara para hacerle la carrera hasta su casa.

- No soy taxista, soy abogado, solo uno más desempleado sobreviviendo como se puede- le dijo sonriendo Rodrigo

Un año llevaba en aquel trabajo temporal que se hacía eterno, 5 meses plantado en el supermercado, esperando cada mañana a sus clientas a la salida, cargadas de bolsas, y el atento, sonriente ofreciéndose a ayudarlas y llevarlas. Sabia que podía cobrarles lo que quisiera, eran las típicas amas de casa a gusto con el muchacho simpático que les charla camino a sus casas y que les dejaba uno que otro piropo, el agradaba a cualquier mujer, pero, tan solo aquel día, con ella sintió la necesidad de usar su labia y su carisma, no para ganar una nueva clienta fiel y generosa, sino para enamorarla.

Bajo sus compras, la acompaño hasta la puerta, espero abriera, y le entrego las bolsas. Desde ese día no falto al supermercado, y él, los primeros días, con la escusa de comprar algo ingresaba al súper a ver si estaba, hasta que acordaron que el la esperaría 11.30 en punto cada lunes y Viernes, pero siempre terminaba ella cayendo en el súper cualquier día, ante cualquier necesidad que su menú del día urgiera.

No fue difícil para él citarla, lejos de verduras y carnes. Algunos días resultaban tediosos para ella, insoportables en ocasiones, hasta recoger a Marita en la escuela a las 3 de la tarde, no había mas en que ocupar el día, bastaba, un par de días limpiar la casa, otro lavar, hacer un puré instantáneo y freír un bistec para dejar feliz a Mateo.

Rodrigo le enseñaría el lugar más bello de la ciudad, el muelle antiguo del Callao, podía estar horas contemplando la mar, los barcos, su vida. Ella nunca había estado allí, pero disfruta aquellos relajados instantes, la brisa refrescando su rostro, pero más sentir el cuerpo de él descansando en ella al intentar enseñarle este a lanzar el anzuelo de su improvisada caña de pescar.

- Eres feliz conmigo aquí - le susurro Rodrigo a su espalda
- Si - respondió ella

El la beso, era lo que esperaba, no la defraudaría. Por un rato parecieron ser parte del paisaje siempre común de aquel muelle, desde donde hace muchos siglos partieron a conquistar Oceanía, siempre lleno de parejas, de amantes para quienes la simpleza de aquel escenario bastaba para su felicidad.

Eran ya cerca de las 2 de la tarde, no podría cumplir con el ceviche prometido, Rodrigo tenía un sitio donde preparaban el mejor del ceviche del puerto, ella debía volver a su vida real. El hizo conversación como de costumbre, fue un monologo, ella solo respondía con un cortante si o no, después de unos minutos comprendió que era inútil, ella tenia 7 años de matrimonio sobre su cabeza en ese instante.

Fue difícil volver a verla las siguientes dos semanas, nunca apareció en el supermercado acostumbrado y hasta llego a estacionarse cerca de su casa para seguirla y ver a que nuevo supermercado iba, o esperarla a la salida del colegio de su hija, pero descubrió que había ahora una movilidad recogiéndola.
Fueron tres semanas de angustia, que día a día iban reafirmando en él que estaba enamorado.

Cuando ella reapareció el quiso reclamarle, pedir explicaciones, pero no se atrevió, solo pudo lanzarse a sus brazos y besarla.

- ¿Te gusta? - le pregunto Rodrigo, mientras recorría delicadamente con la yema de sus dedos los senos de ella, buscando acabar con la tensión entre los dos. Ella lo beso, se besaron, acariciaron, exploraron... Disfruto de Rodrigo, como hacia mucho no se complacía con Mateo, él de ella, como siempre mientras la novedad de aquel cuerpo femenino lo permitiera.

Unas cervezas matinales, la cama con colchón remendado, los dos, ella sintiéndose la peor de las mujeres, sin opción a reprimir sus mas primitivos apetitos. Nada mas parecía importar, cada martes y/o jueves cuando permanecían desde temprano hasta la salida de Marita del colegio en la habitación de el en Breña.

- ¿Cual es el secreto de la felicidad?- le había preguntado una mujer alguna vez, en el club, incrédula ante tanta felicidad que desbordaba de su rostro cada vez que Mateo hacia una pausa en el billar, y se acercaba a darle un beso.
- Ninguno- le había dicho- solo lo amo y el a mi

Recordó esa pregunta la primera vez que tuvo sexo con Rodrigo, y este la llevo de regreso a su casa. Ahora se sentía así de feliz, como aquella tarde en el Regatas, cuando Mateo la presento a sus amigos, y supo por fin que aquel romance de 8 meses era serio, y que el la amaba, era feliz por que lo amaba y era correspondió dicho amor, o solo por que se sentía amada, como hacia unos minutos en aquel vetusto cuarto de Breña, se había sentido amada y deseada.

Mateo no comprendió hasta que ella empaco sus cosas que había alguien mas en la vida de su mujer, estaba tan ausente, tan indiferente a los intereses de ella que nunca necesito ella esconder que había perdido el interés en él.

Busco respuestas en ella, por que dejarlo si todo estaba como siempre, nunca le había faltado le repitió, nunca en 7 años de matrimonio le había sido infiel, y ahora ella se marchaba, sin mas. Ni el llanto de él fue capaz de detenerla, no lo amaba. Algunas mujeres eran mas débiles que otras, menos frías, habrían terminando lloriqueando con el infeliz, y entendiendo que debía velar por él y su hija, tan débiles que sin ella todo se derrumbaría a su alrededor, era su obligación de mujer renunciar a su placer por el bien de su familia.

Mas ella, aunque no se lo creía, no lamento las lagrimas de Mateo, fue indiferente a sus clamores, a sus auto flagelaciones, al ridículo de rogarme que no se marchara que el cambiara, que tendría mas tiempo para ella, para su hija, que harían una vida social mas activa, que seria un mejor amante, ella solo sonrió, creía acaso que se marchaba solo detrás de un tipo que mejor la penetraba, que la llevaba a los orgasmos que el dejo hace mucho de llevarla, ni ella entendía por que dejaba todo por Rodrigo, su casa, su estabilidad emocional, dinero, su hija y sobre todo su reputación. Cuando traspasara aquella puerta seria la infiel, y todos amigos y familia la condenarían. Los orgasmos eran solo un soporte más a ese amor infractor que ella tenía por ese taxista, que todavía creía volver a retomar su carrera de abogado, quizás algún día, quizás nunca.


- ¿Eres feliz? – volvió a preguntarle Rodrigo 1 año años después de aquel primer beso en el muelle, ya sin Marita y Mateo de por medio. Esta vez ella no tenía respuesta.

Un año 4 meses atrás sentía que recuperar su libertad, estar al lado de Rodrigo era todo, no importaba terminar en aquel minúsculo cuarto alquilado en Breña, si el estaba con ella, cada noche sintiéndose protegida, deseada, amada, mujer, ahora volvía aquella sensación claustrofóbica que tuvo con Mateo desde que engendro a Marita.

Demasiado amor, demasiada responsabilidad de cargar con dos vidas, le dijo el psicólogo, era lo que la llevaba a tener dudas de ser buena esposa y madre, de no ser racional y entender que Marita, tan niña, era un ser dependiente de ella. “Debe entender que ser madre es una responsabilidad, usted la asume bien, sabe que tiene dudas y viene en busca de ayuda, así que esta en buen camino, pronto mirara a su hija como amor, y no como un ser obligada a cuidar”. Lo mismo le dijo de su relación de Mateo, era tan endeble aquel, tan faldero, tan enamorado de ella que se sentía asfixiada de ese amor, que ella hace mucho no correspondía.

Cuando conoció a Mateo se enamoro por completo de él, era el buenito y formal muchacho de buena familia, y no dudo en casarse, pero Mateo nunca fue capaz de llenar sus vacios, callar sus angustias y el poco amor que le profeso se fue extinguiendo, por ello Rodrigo era su esperanza de por fin amar, de sentir la lujuria de un hombre, de sentir la necesidad de extrañar las caricias, el aroma de un hombre, pero 1 año 4 meses fueron suficiente.

Mateo había sido el sueño de hadas cumplido, Marcelo la escapatoria a un matrimonio monótono, y ahora como se correría de aquel ser fracasado, que había dejado el taxi por un empleo a tiempo completo en un estudio de abogados, siempre llegando cansado. No le importaba haber tenido que volver a trabajar, para que poder tener una vida medianamente cómoda juntos, pero cada día él se convertía más en Mateo, mas dependiente de sus afectos.

Cuando llego Vicente, ella ya había perdido el amor, si lo tuvo algunas vez, por Rodrigo, solo era ya un compañero de cama, de sexo ocasional. Los esfuerzos de Rodrigo por ascender en el estudio no lo hizo ver los errores que cometía con ella, que eran los mismos de los que el se aprovecho 2 años antes, para que dejara a Mateo.

Si Mateo creyó que retendría a Miranda teniendo un hijo y dándole una vida cómoda, Rodrigo pretendía que siendo el mejor de los amantes la mantendría a su lado. Ambos basaban en esos pedestales su amor. Ni uno, ni otro entendieron lo que ella quería, ni ella quizás hasta que encontró a Vicente, que un día le propuso que se marcharan mochila al hombre a recorrer Sudamérica, Chile, Argentina, Brasil, sin importar que comerían o donde dormirían, bastaba estar juntos, por primera vez la incertidumbre era lo que necesitaba, y supo que debía recoger sus cosas y partir, aunque no supiera a ciencia cierta si él la amaba, o solo la veía como una amante de aventura, a quien quizás abandonaría en alguna villa y continuaría solo su camino.

Ni Rodrigo, ni Mateo entendieron que ella más que amor, necesitaba aunque sea por una vez en la vida sufrir de amor, sentir la melancolía del ser amado perdido.