jueves, agosto 09, 2007

Que somos?

Lo sorprendió verla sentada en la banca, había esperado y deseado tanto volver a verla, que ahora aquella presencia se le hacia extraña. Eran más de la 1 de la madrugada

¿Desde qué hora estaría allí? – se pregunto

No se acerco, ella comprendió que no lo haría y cruzo la calle que separaba el parque de su casa.

- Necesito tiempo - le dijo ella por teléfono la ultima vez que hablaron, la ultima vez que amenazo con no llamarla mas, no buscarla, y elimino de su celular el numero que ella misma había digitado. No había marcha atrás, era lo de siempre, no dar tregua, debía hacerse siempre como él quería las cosas.

Dos meses interminables en que no dejo de preguntarse si debía luchar por ella, decirle lo que sentía, hacer lo que otros enviar rosas, y suplicar por su amor. Más podía su orgullo. Como al día siguiente podía ella tan solo decir que no estaba preparada para una nueva relación, habían hecho el amor, acaso eso no era importante, acaso no le dijo que no era solo sexo, sino amor aquella noche.

Su presencia ponía fin a dos meses malditos en que los celos carcomieron sus noches y días, pensando que estaría con otro, que para ella tener sexo cada fin de semana con cualquier hombre era normal, y eso no podía perdonar, si lo había hecho con él, no dudaba que con otros también. Por que ahora debía aceptarla, y ser feliz.

Encendió un cigarrillo, permaneció en la puerta, no la dejaría entrar. Dos meses le había costado dejar de pensar en ella, dejar de encender un cigarrillo cada mañana, su único aliciente para poder salir a trabajar, y encender uno tras otro cada vez que sus pensamientos se cruzaban con su nombre. Había fracasado en olvidarla, en enamorse de otra.

¿Tenia derecho de perdonar acaso? Había sido solo un agarre como otros, por que ella si, y las otras no, por que eran un triunfo los otros agarres, y ella distinto, por que se enamoro, por que aquella noche lo enamoro, por que sintió que ella era la indicada, por que importaba tanto haber tenido sexo entre los dos, por que debía de creer que hubiera sido distinto si tan solo ella le hubiera dicho antes que le diera tiempo. Tiempo para pensar, decidir aceptar que lo amaba. Por que el se había enamorado, y ella no sabia aun que sentía.

Dos meses que se pregunto si seria distinto si ella lo hubiera llamado al día siguiente, o el siguiente, si le hubiera dicho que lo amaba, si le hubiera hecho la pregunta acostumbrada, como las otras

- ¿Que soy para ti? - y el respondido, como en otras ocasiones.
- démonos tiempo, vamos a conocernos - intentando escapar de una relación larga, solo había tenido sexo con ellas, no se había comprometido.

Ahora todo era distinto, él había llamado y hecho la misma pregunta que una y otra vez le habían hecho otras mujeres

- ¿Que somos? -

No eran nada, solo dos que una noche cogieron, que calientes de tanto rock y salsa terminaron en la cama un viernes.

No podía mantener la mirada sobre ella, por la misma razón que le hacia imposible olvidarla, amaba sus ojos, su rostro, su cabello, su sonrisa y hasta su congoja.

Podía ser tan feliz con ella, por que no olvidar, por que no agradecer que una noche lo eligió para ser su amante, y olvidar, dejar de sufrir. Le dolía no poder besarla y abrazar. No, no podía olvidar, olvidar que quizás estaba allí por que como él sufría de amor, que buscaba olvidar a otro con él, como el antes busco a otras para olvidarse de ella. Pam entendió, se dio vuelta y partió.

- Me cuesta tanto olvidarte - le dijo, casi susurrando, que no lo escucho

Como hacia dos meses, no podía gritar que la necesitaba, abrió su puerta, entro y permaneció en silencio por horas, escuchando canciones de amor, fumando, y pensando en ella. Quizás mañana la buscaría, quizás mañana la abrazaría y le pediría que nunca mas se separe de él, y después, quizás mañana se daría cuenta que no la quería, y que aquella soledad que tanto amaba y atormentaba, era lo único con lo que podía convivir.

Amor de Compras

Había abandonado la costumbre de hacer las compras de noche, cuando Mateo llegaba del trabajo, y podían los dos con su hija Marita ir al supermercado. A él no le importo, no le interesaba aquel ritual familiar de jueves en la noche. Las compras las hacia ahora ella sola los lunes y viernes en la mañana, puntualmente a las 10.30, y terminaba cuando Rodrigo la buscara para hacerle la carrera hasta su casa.

- No soy taxista, soy abogado, solo uno más desempleado sobreviviendo como se puede- le dijo sonriendo Rodrigo

Un año llevaba en aquel trabajo temporal que se hacía eterno, 5 meses plantado en el supermercado, esperando cada mañana a sus clientas a la salida, cargadas de bolsas, y el atento, sonriente ofreciéndose a ayudarlas y llevarlas. Sabia que podía cobrarles lo que quisiera, eran las típicas amas de casa a gusto con el muchacho simpático que les charla camino a sus casas y que les dejaba uno que otro piropo, el agradaba a cualquier mujer, pero, tan solo aquel día, con ella sintió la necesidad de usar su labia y su carisma, no para ganar una nueva clienta fiel y generosa, sino para enamorarla.

Bajo sus compras, la acompaño hasta la puerta, espero abriera, y le entrego las bolsas. Desde ese día no falto al supermercado, y él, los primeros días, con la escusa de comprar algo ingresaba al súper a ver si estaba, hasta que acordaron que el la esperaría 11.30 en punto cada lunes y Viernes, pero siempre terminaba ella cayendo en el súper cualquier día, ante cualquier necesidad que su menú del día urgiera.

No fue difícil para él citarla, lejos de verduras y carnes. Algunos días resultaban tediosos para ella, insoportables en ocasiones, hasta recoger a Marita en la escuela a las 3 de la tarde, no había mas en que ocupar el día, bastaba, un par de días limpiar la casa, otro lavar, hacer un puré instantáneo y freír un bistec para dejar feliz a Mateo.

Rodrigo le enseñaría el lugar más bello de la ciudad, el muelle antiguo del Callao, podía estar horas contemplando la mar, los barcos, su vida. Ella nunca había estado allí, pero disfruta aquellos relajados instantes, la brisa refrescando su rostro, pero más sentir el cuerpo de él descansando en ella al intentar enseñarle este a lanzar el anzuelo de su improvisada caña de pescar.

- Eres feliz conmigo aquí - le susurro Rodrigo a su espalda
- Si - respondió ella

El la beso, era lo que esperaba, no la defraudaría. Por un rato parecieron ser parte del paisaje siempre común de aquel muelle, desde donde hace muchos siglos partieron a conquistar Oceanía, siempre lleno de parejas, de amantes para quienes la simpleza de aquel escenario bastaba para su felicidad.

Eran ya cerca de las 2 de la tarde, no podría cumplir con el ceviche prometido, Rodrigo tenía un sitio donde preparaban el mejor del ceviche del puerto, ella debía volver a su vida real. El hizo conversación como de costumbre, fue un monologo, ella solo respondía con un cortante si o no, después de unos minutos comprendió que era inútil, ella tenia 7 años de matrimonio sobre su cabeza en ese instante.

Fue difícil volver a verla las siguientes dos semanas, nunca apareció en el supermercado acostumbrado y hasta llego a estacionarse cerca de su casa para seguirla y ver a que nuevo supermercado iba, o esperarla a la salida del colegio de su hija, pero descubrió que había ahora una movilidad recogiéndola.
Fueron tres semanas de angustia, que día a día iban reafirmando en él que estaba enamorado.

Cuando ella reapareció el quiso reclamarle, pedir explicaciones, pero no se atrevió, solo pudo lanzarse a sus brazos y besarla.

- ¿Te gusta? - le pregunto Rodrigo, mientras recorría delicadamente con la yema de sus dedos los senos de ella, buscando acabar con la tensión entre los dos. Ella lo beso, se besaron, acariciaron, exploraron... Disfruto de Rodrigo, como hacia mucho no se complacía con Mateo, él de ella, como siempre mientras la novedad de aquel cuerpo femenino lo permitiera.

Unas cervezas matinales, la cama con colchón remendado, los dos, ella sintiéndose la peor de las mujeres, sin opción a reprimir sus mas primitivos apetitos. Nada mas parecía importar, cada martes y/o jueves cuando permanecían desde temprano hasta la salida de Marita del colegio en la habitación de el en Breña.

- ¿Cual es el secreto de la felicidad?- le había preguntado una mujer alguna vez, en el club, incrédula ante tanta felicidad que desbordaba de su rostro cada vez que Mateo hacia una pausa en el billar, y se acercaba a darle un beso.
- Ninguno- le había dicho- solo lo amo y el a mi

Recordó esa pregunta la primera vez que tuvo sexo con Rodrigo, y este la llevo de regreso a su casa. Ahora se sentía así de feliz, como aquella tarde en el Regatas, cuando Mateo la presento a sus amigos, y supo por fin que aquel romance de 8 meses era serio, y que el la amaba, era feliz por que lo amaba y era correspondió dicho amor, o solo por que se sentía amada, como hacia unos minutos en aquel vetusto cuarto de Breña, se había sentido amada y deseada.

Mateo no comprendió hasta que ella empaco sus cosas que había alguien mas en la vida de su mujer, estaba tan ausente, tan indiferente a los intereses de ella que nunca necesito ella esconder que había perdido el interés en él.

Busco respuestas en ella, por que dejarlo si todo estaba como siempre, nunca le había faltado le repitió, nunca en 7 años de matrimonio le había sido infiel, y ahora ella se marchaba, sin mas. Ni el llanto de él fue capaz de detenerla, no lo amaba. Algunas mujeres eran mas débiles que otras, menos frías, habrían terminando lloriqueando con el infeliz, y entendiendo que debía velar por él y su hija, tan débiles que sin ella todo se derrumbaría a su alrededor, era su obligación de mujer renunciar a su placer por el bien de su familia.

Mas ella, aunque no se lo creía, no lamento las lagrimas de Mateo, fue indiferente a sus clamores, a sus auto flagelaciones, al ridículo de rogarme que no se marchara que el cambiara, que tendría mas tiempo para ella, para su hija, que harían una vida social mas activa, que seria un mejor amante, ella solo sonrió, creía acaso que se marchaba solo detrás de un tipo que mejor la penetraba, que la llevaba a los orgasmos que el dejo hace mucho de llevarla, ni ella entendía por que dejaba todo por Rodrigo, su casa, su estabilidad emocional, dinero, su hija y sobre todo su reputación. Cuando traspasara aquella puerta seria la infiel, y todos amigos y familia la condenarían. Los orgasmos eran solo un soporte más a ese amor infractor que ella tenía por ese taxista, que todavía creía volver a retomar su carrera de abogado, quizás algún día, quizás nunca.


- ¿Eres feliz? – volvió a preguntarle Rodrigo 1 año años después de aquel primer beso en el muelle, ya sin Marita y Mateo de por medio. Esta vez ella no tenía respuesta.

Un año 4 meses atrás sentía que recuperar su libertad, estar al lado de Rodrigo era todo, no importaba terminar en aquel minúsculo cuarto alquilado en Breña, si el estaba con ella, cada noche sintiéndose protegida, deseada, amada, mujer, ahora volvía aquella sensación claustrofóbica que tuvo con Mateo desde que engendro a Marita.

Demasiado amor, demasiada responsabilidad de cargar con dos vidas, le dijo el psicólogo, era lo que la llevaba a tener dudas de ser buena esposa y madre, de no ser racional y entender que Marita, tan niña, era un ser dependiente de ella. “Debe entender que ser madre es una responsabilidad, usted la asume bien, sabe que tiene dudas y viene en busca de ayuda, así que esta en buen camino, pronto mirara a su hija como amor, y no como un ser obligada a cuidar”. Lo mismo le dijo de su relación de Mateo, era tan endeble aquel, tan faldero, tan enamorado de ella que se sentía asfixiada de ese amor, que ella hace mucho no correspondía.

Cuando conoció a Mateo se enamoro por completo de él, era el buenito y formal muchacho de buena familia, y no dudo en casarse, pero Mateo nunca fue capaz de llenar sus vacios, callar sus angustias y el poco amor que le profeso se fue extinguiendo, por ello Rodrigo era su esperanza de por fin amar, de sentir la lujuria de un hombre, de sentir la necesidad de extrañar las caricias, el aroma de un hombre, pero 1 año 4 meses fueron suficiente.

Mateo había sido el sueño de hadas cumplido, Marcelo la escapatoria a un matrimonio monótono, y ahora como se correría de aquel ser fracasado, que había dejado el taxi por un empleo a tiempo completo en un estudio de abogados, siempre llegando cansado. No le importaba haber tenido que volver a trabajar, para que poder tener una vida medianamente cómoda juntos, pero cada día él se convertía más en Mateo, mas dependiente de sus afectos.

Cuando llego Vicente, ella ya había perdido el amor, si lo tuvo algunas vez, por Rodrigo, solo era ya un compañero de cama, de sexo ocasional. Los esfuerzos de Rodrigo por ascender en el estudio no lo hizo ver los errores que cometía con ella, que eran los mismos de los que el se aprovecho 2 años antes, para que dejara a Mateo.

Si Mateo creyó que retendría a Miranda teniendo un hijo y dándole una vida cómoda, Rodrigo pretendía que siendo el mejor de los amantes la mantendría a su lado. Ambos basaban en esos pedestales su amor. Ni uno, ni otro entendieron lo que ella quería, ni ella quizás hasta que encontró a Vicente, que un día le propuso que se marcharan mochila al hombre a recorrer Sudamérica, Chile, Argentina, Brasil, sin importar que comerían o donde dormirían, bastaba estar juntos, por primera vez la incertidumbre era lo que necesitaba, y supo que debía recoger sus cosas y partir, aunque no supiera a ciencia cierta si él la amaba, o solo la veía como una amante de aventura, a quien quizás abandonaría en alguna villa y continuaría solo su camino.

Ni Rodrigo, ni Mateo entendieron que ella más que amor, necesitaba aunque sea por una vez en la vida sufrir de amor, sentir la melancolía del ser amado perdido.

Tiempos Idos

La flecha descubría a cualquier desubicado que estaba frente a la Helden, no era la misma catedral de los tiempos de Narcosis o Leucemia, apenas una capilla en donde hacer catarsis cada sábado.

La música llenaba cada rincón del nebuloso local - ¿Estaría allí? - se preguntaba Miguel. Después de 3 años regresaba a Helden, después de tres años volvía al salón de los espejos, seguiría la gorda de seguro haciendo de disk jockey, jodiendo a todos, haciendo explotar la pista con Depeche, los Echo, Cetu, Heroes. Aquellos días estaban, en su imaginario, entre los mejores de su vida, bailar todo el sábado, chupar hasta que la gorda los echara, y encontrarse con las luces del día, siempre llegaba a su barrio cuando las madres o sirvientas de sus pitucos amigos salían a comprar el pan. Ahora nuevos rostros surgían a su paso.

No le provocaba bailar, - ¿Podrían sus pies? ¿Su cuerpo?- volver a danzar en aquella oscuridad, ser parte de ese escenario abstracto de cuerpos contorsionados al ritmo de una música tan dark como sus ropas. Se había vuelto la Helden ante él otra cosa, un antro de cholos como dijo la pecosa, "han invadido la Helden"; pero no, la verdad era que nosotros invadimos un día aquel espacio, buscando otros escenarios, otros ambientes más extremos, más darks. Podíamos acaso ser subtes en Miraflores, en Bauhaus, en Bizarro, eran otras épocas, tiempos de resistencia, de escape, y éramos felices así, haciendo del centro nuestro nuevo espacio, chupar en el Queirolo con los Leuzemia o Cachuca, caer por la plaza San Martín haciendo conversación a los turistas, para los que éramos tan extraños como los pirañitas, las putas o los gays, decadentes como aquellos.

Por fin Camouflage: “love is a shield”, a ella le encantaba, no resistía dejar de bailar con los espejos, intento moverse como antes, dejar su mente suelta al ritmo de la música, bailar como tantas veces hizo en aquel mismo espacio, pero no pudo, sus pies le pesaban, sentía que todos a su alrededor lo miraban - ¿Fui feliz allí alguna vez? - se pregunto. Bailar era lo único que lo reconfortaba por aquellos tiempos, bailar y ella, sus dos únicos alicientes, ahora no tenia nada, ya no era parte de ese escenario. Salió de prisa, un beso a la gorda, una corta conversación, un recordatorio de tiempos idos, la penumbra en la calle.

Paro un taxi:

- Al Queirolo – pidio

Antes caminaba hasta allá, solo eran unas cuadras de distancia, ahora sentía miedo a ser asaltado. En tan corto tiempo había cambiado tanto, ya no se sentía parte de aquellas calles grises, opacas, plagadas de seres extraños, freaks, del que formo parte alguna vez.

Bajo en la taberna, ingreso, miro, husmeo, penetro hasta el baño, cuantas orinadas allí, nadie lo detuvo, esperaba una mano amiga que lo reconociera, que lo jalara a la mesa, nadie, únicamente el viejo Simón, aún despachando margaritos, sólo un "hola, se han perdido, nadie aparece ya, ni alfajor cae".

Siguiente paso: la plaza, pero no, no iría para allá, el miedo lo retenía, mejor esperaría un taxi, marcharía a su casa, a la paz de su hogar en Magdalena, donde la monotonía, desde que se caso con Jime, llenaba sus espacios, el centro, el alcohol, el baile ya no eran sus catarsis, ahora Jime cumplía con llenar esos espacios marginales, cine los viernes, sábado unos tragos con alguna pareja de amigos, domingo tirados en la cama leyendo el diario, viendo películas, los programas políticos, canal N, fútbol europeo.

Trepo al taxi, le pidió que fuera por la plaza, que le diera una vuelta, quería verla de noche, contemplarla, lo mismo de siempre, gente orinando, gays, putas, enamorados caminando presurosos, y ella a lo lejos, parada en una esquina, con dos colegas. Nada había cambiado seguía allí, nosotros de nuevo en la civilización, ella puteando, bella como siempre, patéticos nosotros que cambiamos, pero ella fiel a su historia, a su vida.

Hacia una hora deseaba verla, hablarle, decirle que la extrañaba, que la vida fue buena para él, pero la necesitaba para llenar ese espacio aun vació, no había tiempo, debía partir, y volver a su status quo. Un día, un verano fue feliz, le serviría para una novela, para un cuento, nada más. Algún día regresaría, se atrevería a hablarle, quizás bajaría del taxi, la levantaría y se marcharían.

Tal vez, otro día, cuando hubiera renunciado a su trabajo, y comprendido que no la necesitaba, ni a Jime, tan solo la libertad que un día lo extasió, de la que por un verano la Helden lo cubrio.

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INSTINTOS

Cuando la vio ingresar a la sala, pensó que era la mujer mas bella del mundo; cuando el cruzo el comedor en busca de un bocadito, que el mismo había preparado, ella no pudo apartar su mirada de él, y reconocer que tenia los ojos mas profundos que jamás había contemplado y los cabellos desordenados tan perfectamente que le dio ganas de acercarse y pasar sus dedos entre sus cabellos, pero inmediatamente pensó que aquel debía ser casado o un criminal, por que nunca se fijaba en alguien soltero y cuerdo.

Soy vegetariana le confeso Margot aquella noche que lo conoció, Marcelo le indicó que era carnívoro y además chef, especializado en cuyes y conejos. Fue un amor a primera vista. ¿Pero podría ella soportar la carnicería diaria que cometía Marcelo en la cocina o él aprender a preparar platillos con carne de soya? Era una pregunta que se hicieron interiormente, pero fue más la atracción de aquel instante que terminaron escapando a la calle en busca de un hostal para descubrirse mutuamente, sin preguntas o recriminaciones, seria solo una noche, imaginaron.

Sus dedos tocaron delicadamente los pezones de ella, y sospecho que tanta belleza seria imposible en una mujer cuya dieta era de solo papas y zanahorias, nunca había estado con una naturista, una fémina defensora de los animales que el preparaba en exquisitos platos y devoraba con el mismo placer que al hacer el amor como en ese instante, por que para él sexo y gastronomía eran un mismo placer que llegaba primero por los olores, la de una olla humeando, propagando sus sabores o el aroma de ella cuando la conoció, después por su paladar al circular su lengua por su senos y probar el sudor de su cuerpo, distinguiendo otros sabores en cada punto de su anatomía, cuando la transpiración de ella se entremezclaba con los de él, alcanzando olor y sabor el apogeo sensual que lo conducía inevitablemente al clímax, con ella más rápido que con ninguna.

Aquel gusto por ella se fue extendiendo. Ella se regocijaba cada noche que el aparecía en su departamento y preparaba una ensalada cada vez mas exuberante para la cena, vino italiano, una película en el dvd. Los domingos después del trabajo a caminar en el mall y comer helados, cenar en la pequeña trattoria de barranco, ella lasagna de acelga, el a la bolognesa.

Sus encuentros se fueron haciendo rutina, una rutina que él aceptaba con placer. Si de un primer momento pensó él que solo seria una relación temporal, ulteriormente imagino que podían complementarse bien, que aquellas diferencia que parecían insalvables eran imperceptibles y se dejo llevar por el amor que ella le ofrecía y ella por la informal manera de ver la vida que él tenia. Y fueron felices, cada vez que se encontraban, e infelices cuando se separaban a la mañana siguiente, cuando debía ella partir al trabajo y el dirigirse a su apartamento a ducharse y prepararse para la faena diaria de cuchillos y especies.

Se volvió adicto a ella, a sus aromas y sabores, a sus largas conversaciones, a su sonrisa de niña buena, pudorosa. A su compañía incondicional, al cine de los jueves y sobre todo al sexo que con ella se iba revelando más apetitoso cada día.

El sexo lo atrajo a ella, el sexo lo mantuvo a su lado, pero seria el amor o la calma que a su regazo alcanzaba lo que le hizo imaginar que un hogar con hijos y perro en el patio le esperaba al lado de Margot, y por primera vez no le disgusto la idea.

Se amaban, pero cada vez que el recibía amigos y afilaba los cuchillos, aderezaba sus presas y sumergía en lo profundo del horno aquellos animales muertos no dejaba Margot de repetirse si hacia bien de estar con él, y Marcelo mirándola al otro lado de la mesa inquirirse si ella seria siempre la única que no probaría su adobo de ternera, ni su enrollado de cuy, o su conejo a la provenzal nunca jamás. Siempre estaría allí a su lado con un insoportable bife de soya. Nunca podría impresionarla, como todo escritor busca con un poema complacer a su amada o un bombero orgulloso de llegar a su hogar con su uniforme medio quemado después de luchar contra las llamas, el quería que se sintiera orgullosa de su labor, poder llegar a su casa con su delantal ensangrentado y grasoso sin sentir la mirada desaprobatoria de Margot.

Era inevitable le dijo una vez, el hombre es carnívoro, no pueden los vegetarianos cortar con decenas de miles de años de hábitos, acaso podía pedirle a un león que deje de comer cebras o a un gato casero que abandone sus instinto cazadores, al igual que estos el hombre era una bestia.

- Somos animales – exclamo, lleno de rabia Marcelo- los humanos llegamos hasta este nivel de evolución por la carne, si hubiéramos comido solo vegetales todavía estaríamos en los árboles.
- Ya evolucionamos, somos más inteligentes y racionales, no necesitamos ahora la carne para seguir desarrollándonos, no necesitamos continuar esta carnicería diaria de millones de pollos, vacas, cerdos degollados solo por el placer de preparar platillos sabrosos para presuntuosos comensales.
- ¿Criticas mi profesión? - le pregunto él
- ¿Criticas mi opción de vida? – repregunto ella
- Era inevitable – replico él – era difícil que te mantuvieras callada por mucho tiempo odias mi profesión, preferirías abriera un restaurante naturista, estarías mas orgullosa de mi.

Aquella fue la primera pelea, la primera reconciliación, siempre prometiendo él no volver a ofuscarse por su vegetarianismo, obligado a renunciar a invitaciones para cenar en casa de algún amigo o asistiendo a escondidas, no podía aparecer con ella y pedir siempre una ensalada, era vergonzoso para él una mesa repleta de comensales disfrutando un Escargots de Bourgogne y ella lejana, sin poder participar de los comentarios gastronomitos con sus colegas.

Ella tenía igual dilema, sus más íntimos amigos eran vegetarianos, aparecer con Marcelo y verle siempre la cara larga padeciendo por conversaciones, que a sus oídos eran monótonas, alrededor de ensaladas variopintas era imposible.

Y entonces el departamento de ella se volvió una celda inexpugnable para otros, solo ellos, sin amigos, sin preguntas, sin conflictos. Solo sus cuerpos desnudos cada noche escapando de la fatiga diaria de sus trabajos, del caos, del transito, del miedo de una ciudad cada vez más violenta, ella era su bálsamo, él su protector, su remanso de paz.

Solo que era una paz precaria, pronto descubrió en los largos silencios de Marcelo su infelicidad, era un animal social que necesitaba el contacto con otros de su especie, una sociedad de adoradores de cilantros y limones, perpetradores de sacrificios en nombre de un culto gastronomito que ella no alcanzaba a comprender. Una estirpe que, tenía la esperanza ella, algún día se extinguiría, pero era más seguro que antes que ello sucediera, él como todo animal salvaje regresaría a su jauría, y tuvo miedo que eso sucediera, que Marcelo la dejara. Volvería tarde o temprano, como un león domesticado, a dejarse llevar por sus instintos naturales y olvidarse que fue feliz con ella.

Solo tenía una alternativa, él nunca cambiaria, ella la evolucionada debía involucionar para poder hacer perdurable su efímera felicidad.

- Te amo - le dijo ella mientras tomaba una presa de la olla, y el intentaba detenerla. Afuera los comensales esperaban su seco de cabrito, era la primera vez en casi un año que tenían invitados en casa.
- Te amo, te amo - refrendó él- no necesitas probarme nada.
- Debo acabar con esto, tu no dejaras tu carrera, yo soy mas fuerte - le dijo rebalsando de lagrimas sus ojos, que, precipitándose por sus mejillas como un río, desembocaron en la olla del seco. – Puede más mi amor por ti, que mis valores – añadió
- Te amo como eres – le dijo él suplicante.
- Te amo- repitió ella y engullo la presa con el asco que podría producir a él la soya, convencida que su acto de sacrificio salvaría su amor. Su sacrifico fue mucho mayor, nadie recuerda desde entonces otro seco mas sabroso que el de la apostasía de Margot, sus lagrimas condimentaron perfectamente el seco, y nunca más Marcelo pudo superarlo.

El había ganado una amante y compañera, pero descubrió tarde que el vegetarianismo de ella era lo que producía aquel sabor insuperable que sentía al paladear sus senos y su lengua dejo de gozar aquellos sabores exóticos que nunca encontró en mujer alguna antes, y deseo volver a probar nuevamente ese sabor a vegetales que ella perdió, y no tardo, como todo animal salvaje, en salir cada noche en busca de otra presa de curvas sinuosas y herbívora para satisfacerse.

9 de Agosto 2007

Hace ya 3 años que cree este blog y nunca he tenido tiempo para publicar mis ideas, comentarios o mi literatura, espero poder en adelante hacerlo, y poder tener un espacion donde escapar del trabajo, y de la rutina y hacer lo que mas me gusta, escribir y escribir.

En estos tres años han pasado muchas cosas, pero sobre todo que perdi el miedo de ser padre y al comenzar este 2007 me decidi por ser padre, en octubre nacera mi bebe, Mia Valentina y es lo unico que espero por ahora con muchas ansias. Nunca antes habia deseado tanto que el año se esfumara como hoy, quiero que ya llegue octubre y nazca mi bebe.

Bueno prometo escribir pronto.

Ahora debo actualizar la pagina de mi jefa www.ole.travel

domingo, agosto 05, 2007

Orgulloso de ser elector

Él asumió que todo seria distinto cuando subiera nuevamente Montero al poder. Tomo su café, dos panes con mantequilla, se lavo la cara, mojo sus ralos cabellos y salió rumbo al colegio donde votaría. Ocho cuadras separaban su casa del colegio, por veintitrés años la misma ruta seguía cada vez que su voto era necesario, y por extraño que le pareciera a sus vecinos continuaba, como la primera vez que voto, creyendo que aquel papelito, donde el símbolo de su candidato marcaria, cambiaria su destino. Creía en Montero, aunque su partido no era de su agrado, su padre, que en paz descanse, siempre le había dicho que cuando "SATAR" participo en el gobierno de Busto Rada los productos escaseaban, y que tan solo con el carné del partido se podían conseguir. El ya había vivido la falta de productos, pero creía era culpa de los oligarcas, estos preferían no vender el azúcar o el arroz, y esperar a cuando los precios subieran, eran comerciantes y, como toda esta clase, siempre buscaba su beneficio.

El colegio estaba casi vació, era uno de los primeros en llegar, espero unos minutos mientras terminaban de instalar su mesa. Intento recordar él numero del congresista que ofrecía casas populares, ya estaba envejeciendo y no tenia donde caer muerto, continuaba en el mismo cuarto alquilado donde creció, y aunque no fuera mas de 30 soles lo que pagaba, no era suyo, ahora con Andaurre en la municipalidad, cualquier día lo sacarían.

La cosa cambiaria con Montero, la Beneficencia podría vender los cuartos a quienes por décadas las habitaron, era justo y necesario, después de todo ellos eran quienes mantenían de pie dichas casonas. Seria como en tiempos de Olarte o Barrenechea que hicieron casas a montones, por ello hizo caso de su padre y voto por el arquitecto el 80.
Simpatizaba con la candidata Liliana, pero no con el resto de sus partidarios, eran los mismos que sabotearon el gobierno de Montero, además la iglesia estaba metida en su partido, solo lucraban esos curas, buscaban su beneficio, a su hija paquita la tuvieron que sacar del colegio por no pagar tres meses, y no escucharon sus razones, que la imprenta había quebrado y todos se habían ido al carajo. Que no harían esos curas una vez en el gobierno.

Como con el novelista en el 90, a quien admiraba, dudaba que una vez llegado al poder Liliana trabajaría por los más pobres, los ricos siempre buscan bajar los sueldos, vivir del estado, siempre sucede, sólo con Montero no fue así, por ello sabotearon su gobierno. El novelista era un ricachon, hasta después se hizo español, pero aun creía que era honesto, el más honesto de todos los candidatos que él conoció, sin embargo no podía creer mejoraría en algo su vida. Menos cuando el dueño de la imprenta les dijo que el novelista debía ganar, que él cambiaria el país para bien, era buen tipo don Felipe, pero no pasaba lo que sus empleados, que debían enfrentar el día a día, y vivir en casas miserables, sin que ningún gobierno los ayudara a salir de los tugurios. Como podían hacerlo si los ricos vivían en Miraflores y San Isidro, por el contrario los de "SATAR" eran sus vecinos. Ahora solo cabía la esperanza, tan sólo Montero ofrecía ello, esperanza, lo que ni Liliana, ni Laredo podían prodigar.

Una joven le entrego la boleta de votación, Ochoa se dirigió a la cámara, dos carpetas, una sobre otra, que impedían la visibilidad, no penso mucho, tan solo dudo en que marcar, si el símbolo o el rostro, recordó que cualquiera era valido, así que era mejor marcar el símbolo, no podía darle un tajo al rostro de su candidato. Lo difícil era votar por congresistas por quien lo haría, no recordaba el compañero que ofrecía las viviendas populares, reviso la lista del "SATAR", y nada, así que solo marco el símbolo del partido.

Nuevamente había votado, y como mandaba la tradición, seria quien decidiría al ganador, desde la primera vez que emitió su voto para presidente nunca fallaba, siempre ganaba en primera o en segunda vuelta. Salió contento del aula, creyendo como millones en silencio que una vez más elegiría al próximo presidente, orgulloso de votar y de que nadie se aprovechara de su pobreza.

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